El personaje es el verdadero núcleo de la novela, y su conflicto es el motor de la trama. Piensa que el lector que abra tu novela con quien va a tratar de identificarse es con tu personaje principal, y la misión de tu protagonista es seducir al lector y llevarle de la mano hasta el final.
Si quieres escribir una novela inolvidable, has de crear un protagonista inolvidable.
¿Qué va antes, el protagonista o el argumento?
Hay veces que el protagonista está claro en la mente del escritor mucho antes del argumento y hay veces que surge después. Hay autores que articulan la trama entorno a la figura de un personaje y otros en los que los personajes vienen requeridos en función de la trama. Depende del género, del estilo del autor y de la época.
Hay autores (sobre todo guionistas) cuyo método consiste en partir de una idea o premisa (por ejemplo: tres presos se fugan de una prisión de máxima seguridad) y luego profundizar en ella para encontrar los personajes más adecuados para llevarla a cabo.
Otras veces, lo que el escritor tiene muy claro es el personaje en una situación determinada. De ese personaje sacaremos una necesidad, un objetivo, una llamada a la acción sobre la que tejer la historia.
Da igual cómo lo hagas tú, lo importante es que el personaje y el argumento de tu historia al final fluyan de forma natural en la trama, que se conviertan en dos elementos inseparables.
Si todavía tu personaje y tu historia no están claros, para empezar yo te aconsejo que trabajes desde el personaje. Porque, independientemente del argumento, el personaje es la puerta de entrada al lector, el elemento con el que va a buscar identificarse. Si le seduce el personaje que has construido, el lector apartará cualquier reticencia inicial y aceptará embarcarse en la historia de tu protagonista.

Creación de personajes
El personaje es un elemento multidimensional y extremadamente complejo, que habitualmente requiere su desarrollo a lo largo de todas las etapas de creación de la novela. Tú como su creador tendrás una idea más o menos detallada de tu personaje al comenzar, pero lo cierto es que tu protagonista puede ir cambiando a lo largo de la escritura del primer borrador y es probable que no descubramos su verdadera identidad hasta el final, donde veremos con más claridad las consecuencias de su viaje.
Es decir, normalmente en la fase de planificación previa tendremos una idea del elenco principal, que habitualmente se desarrollará en la fase de escritura y que seguramente sufrirá cambios de distinta profundidad durante la fase de revisión y reescritura.
Los pilares en los que podemos basar nuestra creación de personajes serían los mismos principios que seguimos para la composición de la trama:
1. Selección
2. Economía
3. Orden
A veces pasa que tenemos un montón de posibles candidatos deseando participar en la historia que estamos creando, pero debemos elegir solo a los más adecuados para nuestra trama, y dejar a un lado el resto.
Como principio general, ten en cuenta que menos es más: debes reducir el número de personajes a los justos y necesarios para llevar adelante la trama. Piensa que cuantos más personajes debas crear y manejar, más difícil te será dedicarles el tiempo y el espacio suficiente para conseguir personajes redondos. Y a casi ningún lector le gusta encontrarse con personajes planos que no aportan nada a la historia.
Además, debes tener clara la jerarquía de tus personajes en la trama, para equilibrar el espacio que dedicas a cada uno de ellos. No es lo mismo el protagonista que un personaje secundario. Y si tienes varios protagonistas puede darse el caso de que no todos tengan el mismo peso en la trama.
Rol y función de los personajes de novela
Para mí, rol y función son dos conceptos independientes que podrían definirse así:
Rol: el papel asignado al personaje, como si de actores se tratara.
Función: cómo afecta su actuación en la trama. Las tareas concretas que ha de cumplir para que la trama avence en la dirección deseada. Un personaje puede tener varias funciones.
¿No tienes clara la distinción entre rol y función? Eso es normal, porque en nuestro contexto hispanohablante ambos términos son sinónimos, y nuestra Academia considera el término «rol» un anglicismo hispanizado. Sin embargo, para nuestro campo de estudio (la Narratología) y de aplicación (la escritura creativa) esta distinción entre el rol y la función de un personaje nos facilita la comprensión de dos dimensiones del personaje que son distintas: una tiene que ver más con la identidad (rol), de cómo se percibe ese personaje dentro del mundo ficcional creado y de qué papel juega en la obra. Así, por ejemplo, tenemos al padre del protagonista, al mejor amigo, a la novia, al entrenador de fútbol, al abusón del colegio…
Otra dimensión diferente es la función dentro de la trama asociada a ese personaje. Este aspecto es el más cercano a las funciones señaladas por Vladimir Propp en el cuento popular, y están definidas por la acción que realizan. Por ejemplo, la función del «confidente» del personaje la puede realizar el padre, el mejor amigo, el entrenador… La función del «interés amoroso» del protagonista podría ser la novia, pero también podría ser que estuviera enamorado de su mejor amigo, de su entrenador de fútbol o incluso del abusón del colegio.
Como ves, dependiendiendo de si la dimensión del personaje de la que hablamos se inclina más hacia la identidad o hacia las acciones de este, podemos distinguir entre rol o función.
La utilidad de los arquetipos a la hora de crear a tus personajes
Si llevas lo suficiente en tu andadura como escritor seguramente te habrás topado con el consejo de huir como de la peste de los arquetipos de personaje. Si es así, déjame que te diga que este es un muy mal consejo.
Es muy habitual la confusión entre arquetipo y estereotipo: los arquetipos son esquemas básicos universales que facilitan la identificación en un contexto cultural compartido. Es lo que señalaba el psicólogo Carl G. Jung como patrones universales del inconsciente colectivo.
En cambio, los estereotipos (de los que sí deberías huir), son modelos que a fuerza de repetirse han quedado desgastados en un determinado contexto, y que a menudo van acompañados de prejuicios o incluso pueden ser nocivos y discriminatorios. A mi modo de ver, los estereotipos tienen que ver con los roles asignados (identidad del personaje), mientras que los arquetipos literarios se centran en la función que tienen dentro de cada relato.
Los arquetipos, por tanto, son una de las herramientas más útiles que tiene el escritor para componer sus historias desde tiempos lejanos. Han sido adaptados a la Narratología por expertos como Vladimir Propp, transformando esas categorías míticas en tipologías de personaje según su función en la trama.
Algunos de los arquetipos más utilizados, según Christopher Vogler, y que deberías conocer son:
EL HÉROE: habitualmente coincide con el protagonista de la historia, pero no tiene por qué ser así. El héroe es aquel que es capaz de sacrificar sus necesidades o incluso su vida en beneficio de los demás o de una idea. Además, el héroe ostenta una función activa: son sus decisiones y acciones las que hacen avanzar la historia. Su arco dramático es también el que más recorrido tiene: es el personaje que más cambia a lo largo de la historia. Su búsqueda tiene que ver con hallar su identidad propia, y su viaje es de aprendizaje o crecimiento.



EL MENTOR: junto al héroe, es una de las figuras con mayor presencia en la literatura. Su función es la de ayudar, guiar o instruir al héroe en determinado momento de su aventura. Uno de sus estereotipos es el del anciano o anciana sabios, pero encontramos manifestaciones de este arquetipo en roles como los del profesor, el jefe, el padre, el instructor, el capitán…


EL GUARDIÁN DEL UMBRAL: suponen un obstáculo en el camino del héroe, una prueba a la que tendrá que enfrentarse. No siempre forman parte de la fuerza antagonista principal (es decir, no siempre son secuaces del villano), sino que a veces se acaban convirtiendo en aliados del héroe una vez superada la prueba.


EL HERALDO: actúa como un mensajero que anuncia la llegada de un desafío o un gran cambio. La función del heraldo está unida por tanto a aquellos giros que alteran el equilibrio en el mundo del héroe. Por ejemplo, suelen estar implicados en «la llamada a la aventura» que sucede en el primer acto de la trama.


LA FIGURA CAMBIANTE: es una figura compleja y que tiene que ver con aquello que el héroe no alcanza a comprender. Es lo que Jung llamaba la energía del ánimus y el ánima, una serie de ideales que proyectamos en la otra persona y que nos impiden verla como realmente es. Este tipo de personajes son los que nos hacen dudar sobre sus intenciones: ¿es un enemigo o un aliado? ¿dice la verdad o nos engaña? Su función es introducir la duda y el suspense en la trama.


LA SOMBRA: es el lado oscuro de los personajes. Se materializa por completo en la figura del antagonista o villano. Es la fuerza enemiga que entra en conflicto con el héroe.



EL EMBAUCADOR: suele representarse en las figuras de tipo cómico: bufones, payasos, pícaros… Entre sus funciones, además de el alivio cómico de determinadas situaciones, está la de obligar al héroe a poner los pies en la tierra y alertarle de una necesidad de cambio u ofrecerle otro punto de vista.


Estas categorías son muy parecidas a las que Vladimir Propp enumeraba como esferas de acción en su Morfología del cuento, aunque en este caso Vogler se ha inspirado en su experiencia con analista de guiones para sintetizarlas. En esencia, estas serían las funciones básicas que deberían llevar a cabo tus personajes para crear una trama sólida.
Piensa que estos arquetipos no son papeles rígidos, sino estructuras flexibles que incluso pueden combinarse entre sí y dar lugar a héroes embaucadores o mentores oscuros. Además, un mismo personaje puede desempeñar distintas funciones a lo largo de la trama.
Conocer los arquetipos nos ayuda a ver si cada personaje de nuestra novela tiene una función bien definida y esencial. Convendría preguntarnos: ¿Qué tipo de personaje estoy creando? ¿Cual es su misión en la historia?
La impresión dominante: la primera impresión es la que cuenta
Ya tenemos más o menos claras las funciones que pueden llevar a cabo nuestros personajes en la trama. Pero queremos profundizar más en la identidad de cada uno, darles más detalles.
Hay una técnica muy útil cuando estás empezando a construir tu elenco que se basa en la imagen principal del personaje, que nos suele servir de guía para perfilar el comportamiento y todo lo demás. Consiste en definir a tu personaje (por ejemplo, tu héroe) con dos palabras: un sustantivo y un adjetivo. Con solo estas dos palabras ya tienes un punto de partida interesante para comenzar a tirar del hilo y profundizar cada vez más.
Cuanto más concreto y original seas al elegir y combinar esas dos palabras, más fuerte será la impresión dominante creada para ese personaje. Ejemplos:
- Profesor cobarde
- Repartidor arrogante
- Enfermera chiflada
- Princesa rebelde
- Cazador honesto
Esta primera impresión del personaje nos servirá para, a continuación, desarrollar las siguientes capas del personaje y la trama de su historia. Nos ayuda durante el brainstorming al plantearnos preguntas, tanto de la trama como del arco del personaje: ¿por qué ese profesor es cobarde? ¿Le gustaría ser de otra forma? ¿Qué es lo peor que podría pasarle? ¿Los demás se aprovechan de él debido a su cobardía?
Además, nos servirá también para vigilar la consistencia de nuestro personaje a lo largo de toda la novela, sobre todo para que su forma de actuar, pensar, sentir, etc. vaya en armonía. Por ejemplo, si nuestra protagonista es una princesa rebelde, tendremos mucho cuidado de que no se nos «cuelen» comportamientos sumisos o conformistas que desentonen con esta actitud, evitando echar por tierra la consistencia del personaje.
Cuando un personaje se sale de su papel y traiciona esa impresión dominante del inicio debería tener un muy buen motivo y, a ser posible, formar parte de la evolución de ese personaje. Por ejemplo: ¿Qué sucede si un profesor cobarde acaba convirtiéndose en un mafioso peligroso? Pues que nacen protagonistas inolvidables como Walter White (Breaking Bad). Pero recordemos que ese cambio no sucede de la noche a la mañana, sino que forma parte de la trama y está trabajado escena a escena para convencer al lector de la verdadera personalidad de nuestro protagonista.

Fortalezas y debilidades
Los protagonistas son la puerta de entrada al lector. El héroe invita al lector a identificarse con él mientras dura la experiencia de la lectura, a percibir el mundo a través de sus ojos y sus deseos, a fundirse con él. Para lograr esa identificación, el héroe suele tener rasgos que todos los lectores podemos encontrar en nosotros mismos. Sus motivaciones, sus emociones… deberían ser universales, para que cualquiera de nosotros podamos vernos reflejados en ellas.
Al mismo tiempo, queremos personajes reales, y eso incluye el que tengan sus propias debilidades y contradicciones. Los defectos humanizan a los personajes, hacen que nos resultes más verosímiles y atractivos.
Además, los defectos o faltas de los personajes constituyen un buen punto de partida para el arco del personaje. Las debilidades pueden ser un obstáculo que impide al personaje alcanzar su objeto de deseo, e impulsan al personaje a superarlas.
La combinación entre virtudes y defectos es lo que constituirá la personalidad del personaje y su apariencia de realidad. A la hora de equilibrar defectos y virtudes, mi propuesta es:
- Dale al menos un gran defecto y una gran virtud a todos los personajes, incluido al villano más malvado.
- Dale la posibilidad de cambiar de signo: de positivo a negativo, o de negativo a positivo.
- Dale elecciones y deja que cometa sus propios errores (y sufra por ellos).
- Dale al menos algún rasgo especial, y combínalo con otras cualidades más normales.
Meta, motivación y conflicto
Hemos llegado al verdadero meollo de la creación de personajes: definir su meta, su motivación y su conflicto. Todo lo anterior es importante, pero es aquí donde debes trabajar bien al personaje porque estos tres elementos son los fundamentos de todo lo demás que pasará en tu historia. La trama comienza cuando tenemos claro estos tres aspectos de nuestro protagonista.
Meta: es el objetivo primario del personaje. Su deseo más profundo. La necesidad que debe satisfacer de forma inmediata e impostergable. Para identificarlo, pregúntate: ¿qué quiere este personaje?
Motivación: es el impulso, el incentivo que le empuja a lograr el objetivo primario. Para identificarlo, pregúntate: ¿por qué quiere conseguir esa meta?
Conflicto: es el problema principal, el obstáculo que se interpone entre el protagonista y su deseo. Para identificarlo, pregúntate: ¿por qué no puede conseguirlo?
Si te fijas, las buenas premisas de las buena novelas suelen ser algo así:
Un personaje desea algo (meta) por algún motivo concreto (motivación), pero no puede conseguirlo (conflicto).
Meta y motivación suelen tener dos dimensiones o capas básicas: interna y externa.
El objetivo y la motivación externa son aquellos que le vienen impuestos al personaje desde afuera. Por ejemplo, si está siendo perseguido por un crimen que no cometió (como el doctor Richard Kimble en El fugitivo), su objetivo externo será escapar de sus perseguidores y su motivo será la supervivencia o la conservación de su libertad.
En cambio, el objetivo y la motivación interna tiene que ver con los deseos e impulsos profundos del personaje. En este sentido, lo que quiere el doctor Richard Kimble es atrapar al verdadero asesino de su esposa para hacer justicia.

La meta del personaje es el resultado de la expresión de sus deseos internos. La motivación es el motor del personaje y de la historia, lo que guiará las decisiones que tome el personaje para alcanzar su objetivo. Encuentra una poderosa razón por la que el personaje deba alcanzar su objetivo y encontrarás un motor que te guíe durante toda la novela.
Ese «porqué» es en realidad la llave para conectar con el lector. Lo que mueve su empatía hacia el personaje.
Si es lo suficientemente fuerte y claro, el lector nos seguirá donde le llevemos.
El tercer elemento esencial sobre el que debes trabajar es el conflicto: aquello que impide a nuestro personaje alcanzar su objetivo. Debe ser lo suficientemente fuerte para hacer que el lector se preocupe por el destino del personaje (y siga pasando páginas).
De nuevo, el conflicto se produce a dos niveles: el exterior y el interior. En el primero las fuerzas opositoras a los deseos del personaje provienen del exterior, mientras que en el segundo los obstáculos residen en las creencias, la moral o el pensamiento del personaje.
El conflicto es uno de los pilares fundamentales en la novela comercial moderna, y uno de los principales puntos flojos en los borradores de los autores principiantes.
Arco del personaje: la lección que debe aprender
El arco del personaje, o arco dramático, se refiere a la transformación que debe sufrir tu protagonista desde el comienzo hasta el final.
En la mayoría de novelas modernas, al menos el personaje principal evoluciona a medida que se va desarrollando la trama: no puede ser la misma persona al principio que al final. Este es uno de los aspectos que más valora el lector exigente, tenlo en cuenta.
Hay excepciones a esta norma, sobre todo en determinados géneros. Por ejemplo, en las sagas de espionaje como James Bond, el protagonista apenas sufre una evolución profunda relevante. Lo mismo sucede con otras series, como las novelas de Sherlock Holmes. Pero si tu novela no forma parte de ninguna saga o está dentro de otros géneros, deberías apostar por que tus personajes sufran algún tipo de transformación a lo largo de su aventura.
Normalmente, en la configuración del arco de tus personajes influirá el tema de tu obra. Por ejemplo, si tu obra explora el tema de la venganza y tu tesis es la de «es mejor perdonar y olvidar que dejarse llevar por el impulso de la venganza», pues ahí has descubierto un posible arco para tu protagonista: hacer que su obsesión de venganza evolucione hacia el perdón. Esa sería la lección que tu héroe debe aprender a lo largo de su peripecia.
Pasado, trasfondo o backstory
Otro elemento importante a la hora de diseñar los personajes para tu novela es tener en cuenta su backstory. Esta es la historia pasada del personaje que no se cuenta directamente en la novela, pero cuyas consecuencias se hacen presentes en el estado actual del personaje.
El pasado tiene que ver con cosas tan interesantes como la formación de la personalidad, la visión del mundo del personaje, sus creencias (normalmente erróneas), sus miedos, sus anhelos… El porqué del personaje (su motivación) suele estar en contacto con ese backstory. La causa de la infelicidad presente del personaje suele tener sus raíces en el pasado, donde si rebuscamos encontraremos la semilla de un conflicto o un deseo no satisfecho.
Tienes un artículo completo sobre el backstory aquí.

Conoce a tu personaje: las fichas de personaje
Estoy segura de que si no eres demasiado nuevo en esto habrás oído hablar de las fichas de personaje o incluso las habrás empezado a utilizar ya para tus proyectos.
Hay muchos modelos que puede utilizar y modificar para definir el elenco de tu historia, y todos son válidos. Algunos escritores hacen fichas de personajes, otros usan la técnica de la entrevista, o del role playing, otros escriben pequeñas biografías…
En esencia, de lo que se trata es de CONOCER muy bien a tus personajes o, al menos, a tu protagonista. Cuanto más sepas de él, más cerca estarás de disponer de toda la información para construir un personaje creíble y complejo: un personaje redondo.
Dedica tiempo a desarrollar tus personajes antes de lanzarte a escribir el primer borrador. Y sobre todo dedica tiempo a descubrir el mundo interior de tu personaje. Más allá de su edad o de si es rubio o moreno, lo que verdaderamente importa son sus deseos y sus miedos. Lo ideal es que el conflicto nazca directamente de las debilidades, flaquezas, fallos… que el protagonista debe superar para conseguir lo que desea. Aunque en tu novela haya un villano o antagonista bien definido, los verdaderos antagonistas del héroe son aquellos elementos internos que verdaderamente lo apartan de su objetivo.
Si quieres conocer más sobre los arquetipos básicos desarrollados por Carl G. Jung >> Creación de personajes: arquetipos de Jung
Otra herramienta muy útil para la creación de personajes es el Eneagrama. Muchos guionistas y escritores utilizan los 9 eneatipos como base para desarrollar sus personajes y el conflicto interior de estos. Si quieres saber más de esta técnica puedes leerlo en el post >> Creación de personajes: el Eneagrama y los 9 eneatipos.
¿Preparado para crear a tus personajes?
Si quieres ir practicando puedes utilizar el modelo de ficha de personajes que te he dejado en la sección de >> DESCARGAS
¡O puedes comenzar a elaborar tus propias fichas!
Espero que te haya sido de ayuda. Comparte si te ha gustado o déjame un comentario. ¡Gracias por leer!
2 comentarios en «Creación de personajes: cómo construir personajes para tu novela»
Me gustó mucho el tema Cración de personajes, es clarificador, sobre todo cuando se pretende emprender un trabajo literario. Creo que sin personaje no hay historia por lo que resulta imprescindible trabajar al o los personajes en primera instancia.
Saludos!!!
Estoy totalmente de acuerdo contigo. Es muy difícil construir una trama que funcione ante el lector si primero no se ha hecho un trabajo previo con los personajes. ¿Has probado a descargar la plantilla de ficha de personaje? Mil gracias por tu comentario.