En una novela de ficción todo está relacionado. Las cosas no suceden «porque sí», sino que establecen relaciones de causa-efecto. La trama de una buena novela es como un mecanismo donde cada pieza tiene su función, indispensable para el correcto funcionamiento de la maquinaria. Cuantas menos casualidades aparezcan para resolver la trama, mayor será la satisfacción del lector, porque se encontrará ante un relato coherente y cohesionado.
Los antecedentes (o anticipaciones) en la historia refuerzan la lógica narrativa y juegan con las expectativas del lector, presagiando lo que acontecerá más adelante en la trama y preparando al lector para un desenlace verosímil, acorde al desarrollo de la historia. Además, ayudan a construir el suspense y la tensión dramática.
El arma de Chéjov y la creación de expectativas
«Si un arma aparece colgada de la pared en el primer acto, en el último debe ser disparada».
A. Chéjov
Esta frase de Chéjov (de la que se conocen diversas traducciones y variantes) es un principio narrativo que se ha vuelto esencial en la literatura actual, y que viene a subrayar la importancia de que todo elemento de la trama tenga una función bien definida e indispensable. Es decir, que si algo (un objeto, un motivo, un personaje, un diálogo…) aparece en tu historia es porque realmente no puedes prescindir de ello: tu novela no sería la misma.
Este principio encaja muy bien en el teatro, donde la economía de recursos lleva a seleccionar cuidadosamente todo lo que puede formar parte de la escena. Así, en el escenario no aparece nada gratuito, nada trivial. Todo tiene su función en la historia. Todo está conectado.
En narrativa, las pistolas de Chéjov aparecen como elementos que destacan sobre los demás, bien por ser muy llamativos, por estar fuera de contexto o por que el narrador se recrea en ellos. De esta forma, gracias a nuestras experiencias de lectura previas y a ese inconsciente colectivo del que te he hablado en varias ocasiones en el blog, los lectores van a formarse una serie de expectativas que van a esperar que tú, como autor de la historia, satisfagas.
Así que, frente a un arma colgada en la pared, por ejemplo, el lector va a crear la expectativa de que va a ser disparada en algún momento. Si finalmente se descubre que su aparición en la trama no tenía ningún sentido, el lector se sentirá decepcionado.
El deus ex machina y cómo evitarlo mediante el foreshadowing
El principio dramático del arma de Chéjov también funciona a la inversa: si se va a disparar un arma, asegúrate de mostrársela antes al lector. Si al llegar al desenlace todo se resuelve gracias a algún suceso fortuito o a la entrada en escena de un personaje colocado únicamente ahí para solucionar el problema, estaremos ante un deus ex machina.
Esta expresión viene del teatro griego, donde en ciertas representaciones (las de Eurípides, por ejemplo) era habitual que al final apareciera un personaje, casi siempre un dios, para resolver todo el conflicto. El actor era introducido en el escenario mediante una especie de grúa (la «machina»), como si bajase de los cielos para poner un poco de orden.

Hay bastantes ejemplos de deus ex machina en la literatura, pero créeme que todavía no he conocido a un lector actual al que le guste esta forma de resolver la trama. Por eso, para que tu desenlace sea coherente con el resto de tu historia, necesitas plantar antes los antecedentes.
¿Qué es la anticipación o foreshadowing?
La anticipación (o «foreshadowing», como lo encontrarás en algunos manuales en inglés) es un recurso literario que anticipa al lector algo que sucederá más adelante en la historia. En la ficción, todo sucede por una razón, y el lector tiene que ser capaz de comprender esas razones.
Hay un refrán que me gusta mucho y que viene que ni al pelo para entender todo esto del foreshadowing: «de aquellos polvos, estos lodos». Nos advierte de que todas las acciones, tanto buenas como malas, que suceden en el presente narrativo tendrán unas consecuencias determinadas en el futuro. Piensa que los lodos no se forman de la nada: tiene que haber una cantidad de polvo previa antes de la lluvia para que se forme el mejunje. A esos «polvos» los llamamos en narrativa los antecedentes.
Los antecedentes consisten en presagios, pistas, motivos recurrentes, símbolos… que se introducen desde el principio y que explican o conducen hacia el desenlace. Son como migas de pan que vas dejando en tu historia y que permiten al lector establecer conexiones entre los distintos elementos y eventos de la trama. Digamos que ese rastro prepara al lector para hechos que van a suceder en la historia o revelaciones que harás más adelante.
Esta técnica de la anticipación te interesa tenerla en cuenta porque tiene dos beneficios muy potentes:
1. Por un lado, protege la trama de agujeros e incoherencias. Ayuda a justificar los distintos giros del argumento, evitando que el lector los perciba como forzados. Esto es muy importante sobre todo cuando tenemos un plot twist muy retorcido (por ejemplo, en El club de la lucha o El sexto sentido).
2. Siembra cierto grado de intriga y expectación: el lector puede intuir que va a suceder «algo», pero no sabe qué exactamente, y eso aviva su curiosidad y le hace permanecer atento y a la expectativa.

¿Es lo mismo foreshadowing que flashforward?
No, no son lo mismo. No confundas los antecedentes con la prolepsis, de la que ya te hablé aquí. La prolepsis es una alteración del orden temporal en el relato. Adelanta acontecimientos futuros, llevando a los lectores directamente a los hechos que sucederán.
El foreshadowing, en cambio, no es ningún salto temporal, sino que proporciona pistas en el presente, a menudo sutiles, sobre lo que acontecerá. Es como mostrar las señales que preceden a una tormenta: el cielo encapotado, el viento que se levanta, la bajada de temperatura, el sonido de los truenos cada vez más cerca… Así, para cuando tienes encima el chaparrón y los rayos, no puedes decir que no te lo esperabas. La anticipación ayuda a justificar los sucesos de la trama y a darles un sentido.
Sin embargo, algunos autores consideran ciertos tipos de prolepsis, como es el caso de los inicios in media res o in extremis, como una clase específica de anticipación. Son casos donde la revelación al comienzo de una información que tiene que ver con el desenlace de la novela actúa como expectativa para el lector. El ejemplo más característico de este tipo de inicio es el de la novela de Gabriel García Márquez:
«Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo».
Tipos de foreshadowing
Podemos encontrar anticipaciones de diversos grados en la trama, de la más evidente a la más sutil, y de la más concreta a la más abstracta. Ningún tipo es mejor o peor, cada uno sirve a un propósito.
Los antecedentes concretos son aquellos que se mencionan explícitamente, esperando que el lector los recuerde más adelante, por su relevancia en la trama.
Los más evidentes actúan como promesas, generando una expectativa, haciendo una pregunta cuya respuesta el lector espera obtener más adelante. Es como si el autor estuviera diciendo a sus lectores: «prestad atención a este detalle, que será crucial para entender lo que viene después».
Esto sucede, por ejemplo, con las profecías, que pueden ser de muchos tipos y que el lector nunca podrá pasar por alto, aunque no comprenda todavía todo su sentido. ¿Recuerdas la profecía que escucha Daenerys en la Casa de los Eternos de la ciudad de Qarth?
Tres cabezas tiene el dragón.
Tres fuegos debes encender. Uno por la vida, otro por la muerte, otro por amor.
Tres monturas debes cabalgar. Una hacia el lecho, otra hacia el terror y otra hacia el amor.
Tres traiciones conocerás. Una por sangre, otra por oro y otra por amor.
Pues eso: ahí nos tuvo George R. R. Martin quemando los foros con nuestras teorías al respecto. Pues, cuando algo así aparece en la historia, el lector espera que tenga sentido al final, sí o sí.
Otra forma de foreshadowing evidente son aquellas escenas preparatorias donde se muestran las causas de lo que ocurrirá: por ejemplo, cuando aparece un personaje antagonista preparando una poción o hechizo, suponemos que más adelante ese artefacto le dará cierta ventaja en una confrontación con el héroe. O si un personaje pierde su teléfono móvil, sabemos que más adelante, en el momento crucial que lo necesite, tendrá que arreglárselas sin él.
También actúan como elementos anticipatorios determinadas declaraciones del narrador destacando algo que será relevante más tarde: «Todas las familias felices se parecen unas a otras, cada familia desdichada lo es a su manera». Aquí, en el comienzo de Anna Karénina, Lev Tolstói nos pone en sobreaviso de que va a haber mucho drama familiar a lo largo de su novela. Son muchas las formas que pueden tomar los antecedentes concretos en la trama. Cualquier objeto o comportamiento extraño, unas palabras fuera de lugar… Algo a lo que el lector no puede darle sentido con la información de que dispone, y le mantiene en vilo hasta que se resuelve.
En el otro extremo, encontramos antecedentes tan sutiles que solo se detectan en una segunda lectura, cuando ya conocemos el desenlace y sabemos lo que estamos buscando. Esta forma de foreshadowing no busca llamar la atención del lector sobre sí misma, sino pasar desapercibida, «esconder» los antecedentes para que, una vez llegado el momento adecuado, el cerebro del lector encuentre satisfacción en conectar la información que, en un principio, parecía no estar relacionada.
El foreshadowing abstracto o simbólico también pasa muchas veces desapercibido, porque actúa a un nivel más profundo del texto. Este tipo de antecedentes simbólicos recrean una sensación o sentimiento a través de otros elementos que acompañan la escena. Es por ejemplo cuando se utilizan las descripciones del escenario (una tormenta, una casa en ruinas…) como un reflejo de las emociones de los personajes, o cuando determinado símbolo que se repite viene a reforzar la lógica interna del relato.
Ejemplos de foreshadowing
Podemos encontrar ejemplos claros de esta técnica en prácticamente casi todas las narraciones, y los antecedentes pueden adoptar varias formas. Te recopilo aquí algunos de ellos, pero ¡mucho ojo que puede haber spoilers!
El reloj de pulsera de la mujer de John McClane en Jungla de cristal. Si te fijas, al comienzo, el (impresentable) compañero de trabajo de Molly dice algo así como: «Enséñale a tu marido el reloj que te he regalado. Es un Rolex». Se refiere al mismo reloj que John McClane tiene que desabrochar de la muñeca de su mujer para dejar caer a Hans Gruber al vacío.

Indiana Jones y las serpientes. Son muchas las ocasiones en las que se nos recuerda que el talón de Aquiles del intrépido Indiana Jones son estos bichos. Por ejemplo, nada más empezar, tras la famosa secuencia del robo frustrado en el templo, cuando escapa en el hidroavión de su amigo.

Gollum y su participación en la destrucción del anillo en el Monte del Destino. Por mucho cariño que le tengamos a Gollum, tanto protagonismo de su historia en el libro no se justifica sin su intervención crucial al final.

En la cueva de Dagobah, durante su entrenamiento con Yoda, Luke Skywalker se enfrenta a una ilusión de Vader. Cuando le decapita, resulta que detrás de la máscara Luke descubre su propio rostro.

El incidente en el tren, al comienzo de Anna Karénina, cuando Anna conoce a la madre de Vronsky. Es claramente un presagio del final.

Un foreshadowing de tipo simbólico podemos encontrar en los relatos de Edgar Allan Poe. Por ejemplo, en El hundimiento de la casa Usher, la descripción de la mansión decadente y las sensaciones que le produce al narrador en su llegada, está en sintonía con la enfermedad de sus propietarios y el fatal desenlace.
Eddard Stark encuentra seis cachorros huérfanos de lobo huargo (el símbolo de su casa) cuya madre ha muerto por un asta de ciervo (símbolo de la casa Baratheon). Le regala uno a cada hijo, incluido su bastardo, Jon Snow. El huargo de Jon es además el único diferente, blanco como la nieve.

En la película Parásitos el olor corporal se utiliza a la vez como un antecedente y como un símbolo que se repite. Es el olor de la pobreza, que se menciona en varias escenas de la película y que es uno de los catalizadores del desenlace.


Muchas veces es el narrador el que directamente lleva a cabo el foreshadowing, mencionando algún hecho relevante sin entrar a explicarlo todavía. Es el caso de la novela Crónica de una muerte anunciada: «El día que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5.30 de la mañana para esperar el buque en que llegaba el obispo».
«El día de la cosecha», evento crucial en Los juegos del hambre, se menciona ya desde el primer párrafo, aunque el lector no comprenderá todo su significado hasta más adelante.
El diálogo, sobre todo en teatro, suele contener muchos presagios. Por ejemplo, en Romeo y Julieta: «Si está casado, el sepulcro será la cama de mi luna de miel».
En muchos cuentos populares aparece una advertencia al inicio (no te entretengas por el camino, no hables con extraños) que anticipa las consecuencias de la ruptura de esa norma.

Cómo introducir los antecedentes en tu novela
Un buen momento para trabajar los antecedentes en tu historia es durante la fase de planificación, una vez hayas desarrollado la trama. Esta es una buena opción si tienes más o menos claro qué es lo que tiene que pasar en la trama y qué elementos necesitas anticipar.
Otra fase para trabajar el foreshadowing es durante la revisión del primer borrador. De hecho, es uno de los puntos en los que más nos fijamos los editores durante los editings e informes de lectura porque, como te decía, la anticipación afecta a la coherencia del relato, a la verosimilitud y a la intriga.
Los antecedentes se introducen de varias formas: mediante la ambientación, la caracterización, la acción, el diálogo, los símbolos… El problema no suele ser cómo introducirlo sino qué elementos deben anticiparse, ya que en la mayoría de casos no es necesario anticipar las consecuencias de todo lo que sucede en la novela, solo de aquellas que lo necesiten.
Lo principal es identificar los elementos más importantes en tu trama y preguntarte: ¿Cuáles de estos elementos deben anticiparse para que la historia tenga sentido, gane en credibilidad y añada cierto suspense?
Una de las formas más efectivas de identificar aquellos elementos que deben anticiparse es centrarte en el desenlace de tu historia y analizar qué es lo que te ha llevado hasta ahí, y hacer una lista de todos los pasos o elementos que necesitan explicarse. Estos pueden ser:
- Objetos
- Características o habilidades de los personajes
- Comportamientos y obsesiones de los personajes
- Aprendizajes
- Eventos externos
Por ejemplo, si tu final depende de que uno de tus personajes actúe de forma cobarde en determinado momento, sería importante anticiparlo, mostrando ese comportamiento en otra situación anterior. O si la salvación de tu héroe depende de la intervención de un personaje o artefacto, deberás anticiparlo varias escenas antes para evitar un deus ex machina. Por este motivo, en las películas de James Bond, por ejemplo, hay una o varias escenas dedicadas a explicar cómo funcionan los distintos gadgets entregados al protagonista.
Una vez identificados los antecedentes que necesita tu historia para evitar soluciones forzadas o engañosas, lo siguiente que debes preguntarte es: ¿qué puedo ofrecer al lector, además, para crear expectación sobre lo que va a pasar en la historia?
En muchas ocasiones el foreshadowing se utiliza solamente para «enganchar» al lector, como te he explicado. Es importante suscitar la curiosidad del lector desde el principio, ofreciéndole pequeñas muestras de lo que se encontrará más adelante. Si escribes además dentro de determinado género (policíaco, romántica, fantástica), ten en cuenta que tus lectores tienen ya ciertas expectativas asociadas. Por eso, si en tu novela van a salir dragones, puedes valorar adelantar ese dato a tus lectores aunque no sea totalmente necesario para mantener la lógica interna. Este es el funcionamiento de muchos prólogos, por ejemplo: anticipar elementos populares o atractivos para los lectores, pero que van a tardar en aparecer en la trama.
Sea como sea que vayas a utilizar el foreshadowing, ten bien presente una cosa: no incluyas «pistas» o incógnitas que no lleven a ningún sitio: ¿recuerdas el desastroso final de LOST? Pues eso. Ten siempre en cuenta el principio del arma de Chéjov, del que hablábamos al principio. A no ser que busques crear una pista falsa, pero de eso ya hablaremos en otro artículo.
Gracias por leer y puedes dejarme más ejemplos que se te ocurran de foreshadowing en los comentarios.