«El escritor escribe su libro para explicarse a sí mismo lo que no se puede explicar».
Gabriel García Márquez
¿Qué es el tema de una novela?
El tema de una novela es la idea central en torno a la que gira toda la obra. Según Boris Tomachevski el tema es aquello de lo que nos habla la novela y está constituido por la unidad de significados de los diversos elementos de la obra.
Robert McKee lo llamaba «la idea controladora», y entendía que era el significado último de la historia, expresado a través de la acción de los personajes y de la emoción estética del clímax del tercer acto.
Es importante que no confundas el tema con el argumento de tu novela: el argumento es la historia, lo que pasa en tu novela. El tema, en cambio, es la reflexión subyacente que atraviesa toda la novela.
El tema no es un solo concepto, como el amor, la guerra o la crueldad, sino que consiste más bien una visión concreta sobre un aspecto del mundo que quieres trasladar al lector. Imagina que estuvieras charlando con tu lector ideal sobre algo en concreto. El tema sería tu argumento principal en la conversación, sobre el que tratas de convencer al lector. O quizá no convencerle, en el sentido de que acepte tu opinión, pero sí abrir un debate con él respecto a ese tema elegido. Por ejemplo: «el dinero no da la felicidad» o «las personas nunca cambian» o «el poder corrompe incluso a los más honrados». Es tu punto de vista particular sobre algo.
El tema plantea una pregunta al lector que trata de rebatirse o afirmarse a lo largo de la novela. Su conclusión al final del tercer acto funciona como una especie de moraleja. Es la verdad que revela la novela al lector.
Toda ficción tiene un tema, aunque la pregunta no suele formularse de forma muy explícita. En la narrativa moderna, una de las habilidades más valoradas en el escritor es su pericia para esconder el tema en la trama, es decir, para que no se haga visible pero sí palpable a través de todos los elementos narrativos.
Los personajes, sus acciones, el conflicto, el escenario… en todos ellos debería verse reflejado de una u otra manera el tema elegido.
Cómo elegir un buen tema para mi novela
Decía el crítico Boris Tomachevski, uno de los principales representantes del formalismo ruso, que el tema debería ser interesante para el lector. Esto lo decía ya hace casi un siglo, en su Poetika de 1928, y añadía que ese «interés» dependía del tipo de lector abstracto al que iba destinada la producción de un escritor. El escritor debía conocer bien a su público objetivo de cara a la elección del tema de su obra si quería que estos se interesaran en ella.
Otra indicación de Tomachevski a la hora de elegir el tema es encontrar un equilibrio entre los temas de la «actualidad» y aquellos atemporales y «comunes a toda la humanidad». Cuanto más universal y resistente al paso del tiempo es el tema elegido, más probabilidades tiene la obra de perdurar entre las nuevas generaciones. Pero si ese tema no está ligado de alguna forma a la actualidad, puede resultar carente de interés para el público.
Un mismo tema puede repetirse a lo largo del tiempo de muchas formas. Por ejemplo, el tema «el ser humano la caga cada vez que trata de rivalizar con el poder de la creación» podemos encontrarlo tanto en un mito clásico (Prometeo), en una de las más importantes novelas góticas (Frankenstein o el moderno prometeo) o en una de las pelis de dinosaurios más taquilleras (Jurassic Park).

En principio, no creo que exista una lista de buenos y malos temas que pueda guiarte en tu elección. El tema es un componente tan subjetivo que quizá la pregunta que mejor te ayude a encontrarlo es: ¿por qué necesitas contar esta historia? ¿Qué hay en ella que es tan importante para ti?
Hazte esa pregunta y escribe la respuesta en una frase, o mejor en un párrafo. Cuanto más concreto puedas ser, más claro tendrás el tema que quieres tratar en tu novela.
Cómo introducir el tema en mi novela
Más importante que elegir un buen tema para tu novela es que sepas introducirlo de tal forma que no resulte prepotente y cansino. Créeme, al lector no le gusta que le vayan dando lecciones de moral de forma obvia, y puede resultar tan violento que, por muy buena historia que contenga el libro que está leyendo, le deje un mal sabor de boca.
Para que logres introducir el tema en la novela de una forma tanto efectiva como sutil, lo más recomendable es que tengas claro desde el principio el tema central de la novela. Hay escritores que apenas piensan en el tema de antemano, sino que este surge de manera natural. Pero si no es tu caso, conocer el tema hará que te resulte más fácil tomar decisiones narrativas con respecto a la trama y la historia que quieres contar. Si tienes claro tu tema, te será más sencillo valorar las ideas y elementos adecuados o inadecuados en la narración. Te servirá de guía en los momentos más oscuros del segundo acto y tendrás una meta clara a donde dirigir a tus personajes hacia el final del tercer acto.
Como veremos, el tema se refleja tanto en los personajes como en sus acciones. Si tu tema trata sobre los peligros de la ciencia, por ejemplo, deberás reflexionar sobre qué tipo de historia puede expresar mejor ese tema y qué personajes pueden servirte mejor para ese propósito: ¿un estudiante de medicina obsesionado por desentrañar los misterios de la creación? ¿Un ricachón que usa los últimos avances científicos para su divertimento?

Cada decisión que tomes en la trama afectará de un modo u otro al tema que tratas de abordar.
Cómo afecta el tema a los personajes
El tema se expresa en los personajes, concretamente en el arco dramático de tu protagonista. El arco del personaje representa un cambio de valores o creencias del personaje. Es la trayectoria personal y vital de tu personaje desde la situación inicial hasta la resolución en el clímax del último acto. El arco dramático se construye en torno al conflicto interno, que es el que le empuja hacia ese cambio. Y el tema debe influir en esta transformación de tu personaje.
¿Cuál es la lección que mi personaje debe aprender? ¿Qué es lo que mi personaje debería descubrir sobre sí mismo o sobre su mundo al final de su viaje que le ayude a completar su transformación? Ese debería ser el tema de tu novela.
Ahora vamos a ver la parte técnica de nuestro storytelling: para que el personaje al final aprenda la verdad sobre el tema, primero tiene que creer una mentira. Piensa entonces: ¿cómo podrías darle la vuelta a esa verdad que debe descubrir?
Esa mentira se convierte en la falsa creencia de tu personaje. O en su defecto: aquello que actúa en contra de sus necesidades inconscientes. Si por ejemplo tu personaje debe aprender que «las cosas funcionan mejor jugando en equipo», debería partir de la falsa creencia de que «es mejor preocuparse solo de uno mismo» o construir un personaje que actua siempre motivado por el egoísmo o bajo el temor de abrirse a los demás y confiar en ellos.

A partir de ese planteamiento, el tema se va conformando a través de las acciones del personaje y sus decisiones. Para que el personaje evolucione y alcance la transformación debe ir topándose con obstáculos que le supongan un aprendizaje.
Esos obstáculos y el modo en el que se enfrenta a ellos, deben estar relacionado con el tema que quieres mostrar.
Cómo afecta el tema a la estructura de la trama
Como hemos visto, el tema es el significado profundo de la historia. Lo que explica cómo y por qué la vida cambia de la situación del principio de la novela hasta la que se alcanza al final.
Este significado, esta explicación, funciona como una tesis que hay que probar de forma literaria.
En los libros de no ficción el tema suele ser más evidente, porque el autor lo suele mostrar sin tapujos y mediante una retórica muy estructurada. Habitualmente este tipo de libros sigue el esquema básico de: TESIS – ARGUMENTACIÓN – CONCLUSIÓN, y el autor debe esforzarse por dejar claros sus argumentos.
En la ficción actual, en cambio, el juego consiste en todo lo contrario: el autor debe ocultar su argumento. Debe llevar al lector de viaje con él a través de la historia para que sea el lector mismo quien experimente el tema a través de los personajes y sus actos. Pero, en esencia, sigue el mismo esquema que hemos señalado para los libros de no ficción: el autor plantea su tesis en las primeras páginas, y se dedica a argumentarla a lo largo de la novela hasta llegar a las conclusiones finales.
El tema se debe plantear al comienzo de la novela. Esto es importante, pues uno de los errores más frecuentes que encontramos en las tramas dispersas de los primeros borradores es esa ausencia clara del tema. El guionista Blake Snyder decía que el tema debía plantearse concretamente en la página 5 del guion (lo que equivaldría al minuto 5 de la película). Es decir, lo antes posible.
El tema en la trama a veces aparece expresado por primera vez en forma de pregunta o de advertencia. A veces es otro personaje el que la formula o bien se introduce mediante algún símbolo o situación metafórica.
Sea como sea, una vez establezcas el tema, es el momento de explorar activamente, a través de la trama, todas sus implicaciones. Por ejemplo, si tu tema parte de la tesis «el amor siempre triunfa», es el momento de poner a prueba esa afirmación mediante los obstáculos que se presentan en la trama y las decisiones que toma el personaje. ¿Qué pasaría si tu protagonista se ve empujada a cruzar una línea que no desea cruzar por amor? ¿Y si tiene que elegir entre el amor y su propia dignidad?
El momento más importante con respecto a la revelación del tema central es el clímax del último acto. El lector debe ser capaz de extraer el significado de la obra, la verdad última, al llegar a este punto. En el clímax el protagonista debería ser capaz de ver la verdad relacionada con el tema de la novela que quieres tratar, y darse cuenta de todos sus errores cometidos hasta esa revelación.

Símbolos y motivos
Otra forma de expresar el tema a lo largo de la obra es mediante el uso de símbolos y motivos. Los símbolos son elementos cuya presencia evoca otra realidad, representada o sugerida por él. Los símbolos muchas veces tienen que ver con el inconsciente personal y con el inconsciente colectivo (del que hablamos a propósito de los arquetipos aquí). Hay símbolos más o menos universales como la noche, la luz, el fuego, el agua, la tierra…
Otros símbolos se forman dentro de un contexto concreto. Sucede cuando en una novela o película aparece un elemento que contiene un significado oculto, que va más allá de su mera representación. El trono de hierro, en Juego de tronos, es un símbolo del poder en los Siete Reinos de Poniente. No es un trono cómodo: tiene bordes afilados, es frío y duro. Fíjate que se fundió con las espadas de los enemigos vencidos y forjado por el fuego del dragón Balerion. El sinsajo de Katniss en Los juegos del hambre acaba funcionando también como un símbolo dentro de la propia historia, representando la resistencia contra el Capitolio.
Los símbolos que se repiten en la obra crean los motivos. Actúan como el estribillo de una sinfonía. Los motivos quedan arraigados en la mente del lector incluso sin que este se percate de forma consciente. Además, en cada repetición o aparición del símbolo se añaden nuevos significados que completan o modifican los anteriores.
Como ves, el tema actúa como un fantasma al que el lector no debe ver pero sí, de alguna forma, sentir mientras dure la experiencia de la lectura.
La importancia del tema en la novela
En cierta forma, el tema es lo que aporta profundidad a la novela. Aquello que, si nos ha impactado lo suficiente, los lectores recordaremos mucho tiempo después de concluir la lectura.
Los temas están empapados de subjetividad: la verdad que transmiten al lector es tu verdad. Me parece que es una de las ventanas más directas a la personalidad del escritor, porque el tema está directamente interconectado con la visión del mundo plasmada en la obra. Es la barca que transporta la experiencia, la sabiduría, la emoción para compartirla.

Lo maravilloso de los temas en la literatura es que no solo cambian a los personajes, como hemos visto, sino que son capaces de cambiar la visión del lector. De revelarnos cosas sobre nosotros mismos y sobre el mundo que desconocíamos.
Quizá, pasado un tiempo, nos olvidemos del argumento de aquella novela, de los diálogos, incluso de los personajes. Pero recordaremos, a veces de forma inconsciente, aquella verdad que nos llegó al corazón.
4 comentarios en «El tema en la novela»
Gracias por tu contenido, soy escritora por hobbie y me gusta mucho aprender. Me enamoré de tu página desde el momento en que la encontré por casualidad, la consulto cada vez que puedo y poco a poco voy descubriendo nuevas joyitas. Poco a poco para que no se gaste supongo jajaja, un abrazo
¡Gracias! Me alegra de que mis artículos te sean de ayuda. Mucho ánimo con tu escritura.
Es verdad que tener claro el tema ayuda a llevar la trama, a no perdernos y acabar en Cuenca en lugar de en Wisconsin, que es donde íbamos (un ejemplo tonto, lo reconozco, pero visual 😄 ).
Cuando nos ponemos a contar una historia sin saber por qué y para qué la contamos, puede llevarnos por mil caminos que nunca conducen al final. Buen artículo. Saludos.
Totalmente de acuerdo: sin tener claro el tema es probable que acabemos en Wisconsin, como dices, en lugar de a donde pretendíamos. Creo que es algo bastante común en los primeros borradores sobre todo. Ahora, que también puede suceder que llegados a Wisconsin nos demos cuenta de lo precioso que es aquello y nos alegremos de haber viajado sin rumbo esta vez… Pero nos tocará hacer doble trabajo en el siguiente borrador 😉 ¡Mil gracias por tu comentario!